Cabeza de mármol, Las Torres

Cabeza de mármol encontrada junto a la torre de Guadalmansa 

Con el sugestivo título de «Una Pompeya española», y exagerado a todas luces, se publicaba en la revista Por esos mundos en el año 1916, la primera noticia sobre los descubrimientos arqueológicos en dos lugares pertenecientes a la colonia de San Pedro Alcántara: Vega del Mar y Guadalmansa.

 Del autor del artículo sólo conocemos las siglas con que firma, C.A.D., aunque del descubridor de las ruinas romanas sabemos que fue José Martínez Oppelt, ingeniero agrónomo que administraba entonces la colonia, y que tuvo la sensibilidad de preocuparse de su conservación.

Transcribimos a continuación el artículo, de una copia que nos facilitó hace algún tiempo el profesor y arqueólogo don Carlos Posac Mon, y al cual queremos expresar aquí nuestro agradecimiento.

«Una Pompeya española» 

C.A.D. Por esos mundos. Primer trimestre, páginas 325-328. Madrid, 1916.

A 60 kilómetros de la costa al oeste de Málaga, en una extensión de más de 5.000 hectáreas, en los términos municipales de Marbella y Estepona, incultos eriales fueron transformados por la férrea voluntad del ilustre general Concha, marqués del Duero, en una magnífica colonia agrícola, que bautizó con el nombre de San Pedro Alcántara.

Después de pasar por manos de varios dueños, ha venido a parar a las de la Sociedad General Azucarera de España, que realiza una explotación, espléndida y científica, pudiéndose considerar hoy esta colonia como un modelo, siendo el primer sitio en España donde se ha cultivado el algodón en gran escala y con excelentes resultado; innovación importantísima para la agricultura nacional, de la que nos ocuparemos en otra ocasión.

Plano del yacimiento de Las Torres, Guadalmansa

Plano del yacimiento de Las Torres en Guadalmansa

El actual administrador de la colonia, don José Martínez Oppelt, joven ilustrado y entusiasta, tuvo ocasión de ver en poder de algunos de sus obreros pedazos de cerámica no vulgar y corriente, que despertaron su curiosidad de hombre culto.

Averiguó los lugares en que dichos fragmentos fueron descubiertos, y en los dos núcleos principales de los insignificantes, pero sugestivos hallazgos, hizo practicar excavaciones de exploración, encontrando en uno, situado entre el mar y la carretera de Málaga a Cádiz, a la altura del kilómetro 74, vestigios de importantes edificaciones; y en el otro, también cerca del mar, próximamente hacia el kilómetro 66 de la citada carretera, a muy pocos metros de unas ruinas conocidas con el nombre de las Bóvedas, se halló sepulturas con esqueletos humanos. Animado por el éxito, continuó las excavaciones, de cuyo resultado hasta hoy vamos a dar somera cuenta.

Termas de Las Bóvedas 

Termas de Lás Bóvedas

En las primeras, cuyo plano a escala publicamos, se advierte a primera vista que se trata de los restos de un edificio importante, pero cuya planta no es la usual de la casa romana, y la presencia de dos pilas o albercas, una de ellas de grandes dimensiones de una pieza, en la que aún quedan los basamentos de pilares o columnas, formadas con ladrillos semicirculares, la disposición de numerosas atarjeas o cañerías, como para la distribución de las aguas, y las tuberías de plomo de regular diámetro, todo lleva a suponer que sean las ruinas de unas termas, que si no son comparables a las de Caracalla o Trajano, pudieran tener la amplitud suficiente para abastecer las necesidades de una población de segundo orden, en la que no faltaba el lujo y la suntuosidad que caracterizaba a aquellos establecimientos en el Imperio romano, como se desprende de la observación de los numerosos mosaicos de dibujo sencillo, pero correcto y de esmerada fabricación, que publicamos.

Además de los mosaicos, se ha encontrado una hermosa cabeza de mármol blanco, algo menor de tamaño natural, diversas vasijas de barro y vidrio, utensilios de hierro, una columna de rico jaspe, que mide metro y medio de altura, y abundantes monedas de cobre, plata y algunas de oro, de diversas épocas pero ninguna posterior al reinado de los emperadores Valento y Valentiniano.

Los sepulcros son también indudablemente romanos, como lo atestiguan varias monedas una de ellas de oro, con el busto del emperador Honorio; y las vasijas de barro y vidrio de proporciones no comunes, pero desgraciadamente rotas.

La disposición de las sepulturas no parece obedecer a un plan determinado; en algunas estaban los cuerpos contrapuestos; en otras muy prolongadas, los esqueletos se tocaban por los cráneos.

Continuará 

Nota:
Las fotografías no son las del artículo debido a la escasa calidad de la copia, pero similares, extraídas de otras publicaciones de los años treinta del siglo XX.

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